Aunque puede quedar la duda si detrás de Dogma 95 hubo realmente una apuesta formal o una simple provocación, sin duda los daneses Lars von Trier (Los Idiotas, 1998), Thomas Vinterberg (Celebración, 1998), Kristian Levring (El rey está vivo, 2000) y Soren Kragh-Jacobsen (Mifune, 1999) urdieron, en 1995, el movimiento de renovación más importante de la historia del cine desde la Nueva Ola.
Bajo el lema de rechazar la creciente sofisticación cinematográfica, Dogma 95 aspiraba a un lenguaje más ágil y puro que cristalizó en un decálogo que debía ser cumplido cabalmente para que una película pudiera aspirar al certificado de autenticidad Dogma.
Los directores de este movimiento debían hacer un “voto de castidad” que incluía la obligatoriedad de filmar en color, con cámara en mano o al hombro, en escenarios naturales (evitando escenografías, accesorios y estudios), respetando el sonido directo (no se permiten sonidos cuya fuente no se identifique a cuadro) y la iluminación natural (en casos especiales se permitía montar una luz sobre la cámara).
Así mismo, los trucajes, filtros, cambios temporales o geográficos, las convenciones de género y las acciones superficiales (muertos, armas) y la inclusión del nombre del director en los créditos estaban prohibidos
La más importante aportación del movimiento, el uso de la cámara en mano, fue en realidad un ajuste al decálogo que originalmente señalaba que debía filmarse en 35 mm. Con la aparición de las minicámaras digitales y las posibilidades de experimentación que ofrecían (“que modifica radicalmente las relaciones entre quien filma y quien es filmado”. Pinel, 2006), en 1997 se matizó la regla 9 para que sólo fuera una exigencia del formato de exhibición.
Diez años después y con 35 películas certificadas, los mismos creadores de Dogma 95 declararían su muerte.
El purismo fue un factor limitante para la expansión del movimiento, sin embargo, Dogma validó un camino austero para hacer cine. Los productores independientes y los países subdesarrollados, que no pueden aspirar a los modelos comerciales, han encontrado una fórmula, (Dogma) “ha otorgado verdadera dignidad artística a películas rodadas con muy pocos medios.” (Pinel)
Cuando disfrutramos de obras minimalistas que apuestan a argumentos simples narrados con recursos limitados, habrá que pensar que fue Dogma quien nos abrió los ojos a estas historias.