El cine de terror se caracteriza por provocar a sus incautos (o masoquistas) espectadores sensaciones de miedo, disgusto, repugnancia u horror.
Este género abreva en las fuentes de la literatura, supersticiones, temores y pesadillas de la sociedad, y sus argumentos se basan en la amenaza del cosmos por una fuerza o personaje de naturaleza maligna. Algunos autores señalan que si se trata de una cuestión criminal o terrena, las películas son de terror en estricto sentido, (asesinos, guerras futuristas, entes generados por manipulación científica), si se trata de causas sobrenaturales entonces hablamos de películas de horror (vampiros, hombres lobo, fantasmas, brujas, zombis).
Entre las señas particulares de este género, recordemos la iluminación dura tipo expresionista, las locaciones más recurridas son casas lúgubres, espacios abandonados y bosques, una banda sonora densa, la proliferación de efectos especiales de todo tipo y el manejo constante del factor sorpresa y el suspense.
La película de terror tiene una doble función: como desfogue (el enfrentamiento a lo peligroso) y advertencia: no se puede jugar con lo oculto sin pagar el precio (y debemos entender “lo oculto” en su más rica faceta, desde el lado oscuro de la mente humana o de la sociedad, las entrañas y la sangre, las cavernas y la noche, etc.).
Los primeros años de este cine se caracterizan por un nutrido desfile de criaturas literarias (El Golem, Nosferatu, El fantasma de la ópera), desde los años treinta, las amenazas se vuelven terrenas (Psicosis, Los Pájaros). En los setenta, se exploró la temática zombie y paranormal (El Exorcista, Carrie) y los años 80 nos reglaron el terror espacial (Alien) y el adolescente (Viernes 13, Halloween).
La película de terror es uno de los géneros que más recurre al fuera de campo (el “monstruo” siempre queda fuera de campo porque lo sugerente siempre es más impresionante que lo visto), pero también es uno de los géneros que más recurre a la manipulación exagerada del decorado, fotografía y maquillaje, el cine gore, el splatter y otros subgéneros se engolosinan en regalarnos regueros de tripas y sangre en el marco de las secuencias más truculentas.
Pero ¿quién no es feliz yendo a perder un par de horas para reírse de trucajes baratos y clichés? A veces hasta podemos encontrarnos con maravillas como El Resplandor que nos haga saltar de miedo y clavarle las uñas a nuestra butaca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario