Los últimos años de la década de los cincuenta y los primeros de los sesenta significó una revolución cinematográfica a nivel mundial con origen en Francia.
El grupo de críticos de la revista Cahiers du cinèma liderados por André Bazin entre los que se contaban Claude Chabrol, Éric Rohmer, Jacques Rivette, François Truffaut, Jean Luc Godard, adquirió el hábito de atacar la anquilosada cinematografía francesa que ofrecia productos de escasa calidad y valor. “Sus movimientos de cámara son feos porque sus temas son una pena, sus personajes actúan mal porque su diálogo no tiene valor”, expresaba Godard.
No contentos con exhibir las miserias de este cadáver, este grupo también tuvo el atrevimiento de reivindicar a directores tachados de anticuados o excéntricos como Jean Renoir, Max Ophüls, Robert Bresson, Jacques Tati, e incluso de destacar el valor artístico de directores surgidos de la más pura vena comercial del cine de Hollywood: Howard Hawks, Otto Preminger, Samuel Fuller, Vincent Minelli, Nicholas Ray y Alfred Hitchcock.
El director dejó de ser un simple colaborador y se transformó en un auteur, y el autor no es sólo aquél que engendra una película, marcándola en el proceso con su sello distintivo, pero también el que, aunque no escriba sus guiones, se las ingenia para estampar su personalidad en sus películas trascendiendo las restricciones del sistema estandarizado de los grandes estudios.
Los otrora críticos decidieron ensuciarse y tomar la cámara entre sus manos: La Nouvelle Vague había nacido.
Esta camada de directores se empeñaron en romper con los cánones establecidos: tomaron las calles e improvisaron técnicas (para realizar un complejo travelling, Godard optó en Sin Aliento por pasear al camarógrafo sobre una silla de ruedas); rompieron con el sistema de continuidad; bregaron sobre la ambigüedad de las historias, personajes y motivaciones; optaron por una apariencia casual, por la introducción de notas de humor, por los cambios bruscos de tono y por los guiños a los grandes maestros.
Aunque los historiadores señalan la vida de la Nueva Ola entre 1958 a 1964, la repercusión de este movimiento creado por el impulso vital de la juventud fue enorme, a esta primera marea seguirían un sinfín de olas de renovación en todo el cine mundial: el cine independiente y los nuevos cines de las décadas siguientes.
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