Desde 1962 cuando una encuesta a los críticos de cine señaló a Ciudadano Kane (1941) como la mejor película de todos los tiempos, esta opera prima de Orson Welles mantiene su reinado.
¿Qué es lo que la hace tan avasalladora? Por principio de cuentas no es siempre fácil que la primera película de un director alcance la maestría que demostró Welles a sus 24 años. Si bien Welles ya tenía una buena carrera en las artes (había sido pintor, periodista, actor, director de teatro, editor de su propia versión de Shakespeare a los 19 años y como productor radiofónico causó pánico por su versión de La Guerra de los Mundos), su incursión en el séptimo arte conmocionó a la industria.
Contrario al sistema de productoras, la RKO brindó total libertad a Welles para la realización de su obra, incluyendo la última decisión sobre el montaje final. Todavía sin acabar, llegó a oídos de William Randolph Hearst que la película era una biografía no autorizada del magnate por lo que ofreció a la propia RKO 80,000 dólares para destruir el negativo, oferta que la productora rechazó, pero que le valió a Welles la enemistad jurada de Hearst.
Welles viola los cánones del cine clásico al desmontar la cronología de la historia que inicia con la muerte de Kane y la misteriosa palabra que brota de sus labios moribundos “Rosebud” y que sirve de hilo conductor para que se reconstruya la figura del magnate a partir del testimonio de otros personajes. La complejidad del guión (que le valió un Óscar) es autoría de Herman J. Mankiewicz.
Destacan entre los recursos utilizados en Ciudadano Kane, el uso dramático del claroscuro (herencia del expresionismo alemán), los cuidados movimientos de cámara que incluían el uso de grúas, travellings y dollys, el uso marcado del picado y contrapicado para subrayar la diferencia entre el mundo (empequeñecido) y la poderosa figura de Kane.
Por último y no menos importante, otra de las sorpresas que nos regala el Ciudadano es la contundente fotografía de Greg Toland quien ideó la técnica de la profundidad de campo que permite el enfoque simultáneo de todos los planos de la imagen (primero, medio y fondo) lo que permite que el ojo pueda concentrarse en cualquier parte de la imagen.
La cuidada factura de la película mantiene su poder de impacto hasta nuestros días, aun cuando no la aceptemos como “la mejor película de todos los tiempos” es obligado mantenerla entre las obras cumbres del cine.
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