martes, 2 de noviembre de 2010

Cine Mexicano. Tercero y último


Para las décadas de los 70 y 80, la represión política, por el nepotismo y la limitación de recursos destinados a la producción fílmica de los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo condenaron a muerte a la industria cinematográfica mexicana.

Las contadas producciones independientes de la época fueron sistemáticamente enlatadas o censuradas y las películas gubernamentales eran insufribles, así que el cine nacional se redujo a la producción de comedias picarescas de corte erótico (pero nunca explícitamente sexual) caracterizadas por el uso y abuso del doble sentido, el albur y mujeres empelotadas o mostrando sus mejores carnes. Estas creaciones, llamadas eufemísticamente, sexicomedias, constituyen el último de los géneros aportados por el cine nacional al mundo.

Sin mayor pretensión que entretener y ofrecer un “taco de ojo” al pueblo, las cada vez más repetitivas películas de ficheras son los estertores agónicos de nuestra industria cinematográfica. De hecho, los "Tortilla Westerns" o "Cabrito Westerns", películas de acción de baja factura, situadas en la frontera norte que abordan temas de migración y narcotráfico fueron poco rentables así que ni Rosa Gloria Chagoyán (Lola La Trailera), ni Valentín Trujillo ni los Hermanos Almada pudieron salvarla.

Para 1990 surge un interés por renovar el cine nacional, hacer películas de calidad y abordar la realidad y preocupaciones de nuestra sociedad, así nace “El Nuevo Cine Mexicano”. La camada de los “novo-cineastas” han atacado (con disparejo éxito) todos los temas posibles, desde los políticos (Rojo Amanecer), la violencia (El Infierno), el tremendismo (Amores Perros), el existencialismo (Párpados Azules), la corrupción (La Ley de Herodes), el documental (En el Hoyo), hasta la comedia romántica y el humor ligero.

Existen obras muy rescatables de este movimiento, no obstante, este Nuevo Cine Mexicano adolece de falta de cohesión por lo que dista mucho de ser un movimiento de renovación y ello se debe al propio snobismo de algunos realizadores que prefieren la apreciación en festivales de cine internacionales que comulgar con el espectador mexicano. Lo cierto es que a pesar de los bonitos discursos con los que se le justifica, el nuevo cine mexicano es fallido: las políticas de distribución no favorecen a las producciones pequeñas, los incentivos para crear cine sólo están al alcance de unos pocos (los de siempre) y no ha sabido reconstruir la industria.


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