miércoles, 2 de junio de 2010

Píntate de colores.

No hay nada gratuito en el arte. Ya lo hemos dicho: un buen cineasta utilizará todos los medios a su alcance para contarnos una historia, pero también para hacernos partícipes de un mensaje.

Otro de los elementos de la tan citada puesta en escena es el uso de la luz y el color. Mientras que en las películas en blanco y negro se privilegia el uso de la iluminación para la creación de contrastes, la tecnología del color ha planteado otra dimensión en el lenguaje cinematográfico.

Al igual que todos los elementos del lenguaje cinematográfico, el uso del color puede cumplir distintas funciones de acuerdo a la intención del artista: descriptiva, expresiva o dramática. Se habla de un uso de color descriptivo cuando la paleta mostrada sólo muestra los objetos sin que ninguno de ellos destaque. Son ejemplos comunes de este tipo de función, el color adoptado para paisajes y escenarios.

Hay una función expresiva cuando se busca resaltar o poner un cierto grado de énfasis en algún elemento, por ejemplo, el cambio de matices o el sútil contraste entre los colores del fondo y los utilizados en el vestuario de los personajes que nos permite mantenernos atentos a la acción desarrollada. Pensemos por ejemplo en la paleta limitada que utilizó Lucas para las secuencias desérticas iniciales de la Guerra de las Galaxias, el fondo es predominantemente ocre y los personajes (la acción) se “iluminan” en blanco y dorado.

Por el contrario, hay dramatismo cuando se busca conmover al espectador. Mientras la función expresiva demanda nuestra atención, la función dramática busca un impacto emocional profundo. Un ejemplo clarísimo de este tipo de recurso fue la nota de color que utilizó Spielberg para resaltar a la “caperucita roja” en la Lista de Schindler. Es probable que sin el color habríamos pasado por alto al personaje, sin embargo al colorearla, obliga al púbico a hilar las secuencias del ghetto y del campo de concentración.

¿Para qué más sirve el color? Para crear atmósferas: podemos intentar recrear el ambiénte de cierta época (el uso de colores sepias), como simbolísmo (los reyes vestidos en dorado, los buenos en blanco, los malos en negro), o para predisponer nuestro ánimo (los tonos fríos nos deprimen, mientras que los cálidos o los fondos iluminados auguran una historia alegre).

Lo dicho, no hay nada gratuito en el cine y hasta lo obvio puede tener más de una lectura.

David Bordwell y Kristin Thompson, Arte Cinematográfico. McGraw Hill, México, 2003.

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