lunes, 19 de julio de 2010

El ridículo arte de la censura

La censura sirve para proteger nuestros dulces e inocentes sentidos de material que pueden ser ofensivo, dañino o inconveniente ¿para quién? eso es harina de otro costal. En nombre del bien común se han prohibido, suprimido, modificado y mutilado un sinfín de obras y el cine no ha sido la excepción. Los censores, respaldados por el gobierno, establecen el criterio de la mayoría.

Las preocupaciones históricas de la censura son inacabables, pero pueden englobarse en tres aspectos: religiosos (trato irreverente de personajes, prácticas y ritos); políticos (lo que pueda fomentar la inquietud y el descontento sociales), y sociales que pueden abarcar temáticas tan diversas como la desnudez, lenguaje, lascivia, ebriedad, parto, enfermedades venéreas, relaciones sexuales, drogas, brutalidad, prostitución, incesto, epilepsia, etc.

Como la censura sigue el viento que determina el gobierno en turno, los totalitarismos han sido una fuente inagotable de prohibiciones, sin embargo, también la democrática sociedad de los E.U.A.de los años 20 nos regaló el Código Hayes que estableció normas estrictas para la producción fílmica. El actual sistema de clasificación es el remanente más benévolo de este Código.

Las prohibiciones de exhibición y las mutilaciones son ejemplos comunes de censura, sin embargo hay otros casos que destacan por su ridiculez:

En la España franquista, el adulterio de Mogambo (John Ford, 1953) se transformó en un incesto (¡!) al hacer pasar a los protagonistas como hermanos.

El infausto Miguel Tato, censor de la dictadura militar argentina de 1976, no sólo tachó a los vampiros de subversivos y a los artes marciales de manoseos homosexuales, también nos deleita con una de las soluciones más exóticas de la censura: ante la imposibilidad de cortarlo, el desnudo frontal de El Resplandor era opacado con una fuerte luz que se dirigía al triángulo púbico de Mia Farrow en cuanto aparecía en escena.

Y qué decir de la censura musulmana: si hay un beso, se corta; si un hombre se acerca demasiado a una mujer, se corta; si una palabra incomoda, se corta... las películas, como promedio tienen una duración de una hora y sobra decir que suelen carecer de sentido.

La censura violenta la integridad intelectual de cualquier obra ¿es necesaria la actitud paternalista de los censores? ¿en verdad somos tan inmaduros que no podemos responsabilizarnos de nuestra libertad de ver o es que la censura sólo oculta el miedo al discernimiento?

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