Ya habíamos comentado que el género fantástico es un género de ficción en el cual irrumpen en el argumento elementos o seres imaginarios, irreales y sobrenaturales y que son identificados por el público bajo las etiquetas de sus subgéneros como son películas de ciencia ficción, surrealistas o de terror.
Los personajes más socorridos por el cine fantástico son el Diablo, l@s bruj@s, muertos vivientes de todo tipo —vampiros, zombies, fantasmas—, monstruos humanos (científicos locos, maníacos, asesinos o lisiados), abominaciones animales (seres mitológicos, especies extintas, zoologías enloquecidas o manipulaciones genéticas abominables).
En la historia del cine mexicano el cine fantástico se inagura con iconografía nacional: charros enmascarados que ostentan como emblema sobre su pecho una calavera obligadamente vestidos de negro y provistos de una capa (“Calaveras del terror”, Fernando Méndez, 1943).
El mismo año, René Cardona creo una sorprendente y divertida mezcla de misterio, humor y cine fantástico en la que se mezclan indiscriminadamente las bombas, cabezas huérfanas, muñecos de ventrílocuo y casas embrujadas. (“El espectro de la novia”, “La mujer sin cabeza” y “El as negro”).
En la década de los cincuenta, la comedia acudiría constantemente a los argumentos de corte fantástico con los mejores efectos especiales de la serie B: paneles plateados de papel aluminio plagados de foquitos de colores y palanquitas de todo tipo. Así, en 1955, Julián Soler dirige “Los Platillos Voladores” contando entre el reparto a Resortes y Evangelina Elizondo que como buenos marcianos “llegan bailando el chachachá”.
También podemos señalar entre esta veta de comedia de ciencia ficción el “Viaje a la Luna” de Fernando Cortés (1957), un pandemonio fílmico que conjunta las actuaciones de Kitty de Hoyos, Alfonso Arau, Sergio Corona, Tin Tan, Viruta y Capulina.
Bajo la dirección de Rogelio A. González se rodarán en 1960 dos comedias delirantes: “La nave de los Monstruos” protagonizada por Piporro, y “El conquistador de la Luna” en la que comparten cartel Clavillazo y Ana Luisa Peluffo.
La seriedad en el género viene de la mano de Rafael Portillo que para el rodaje su trilogía de la momia azteca (“La momia azteca”, 1957; “La maldición de la momia azteca”, 1957, y “La momia azteca contra el robot humano”, 1958) ya pinta el argumento y al muerto viviente en turno con un adecuado matiz tricolor: momias aztecas, pirámides, maldiciones y ritos ancestrales precolombinos.
Merece mención espacial en el cine fantástico mexicano, Alfredo B. Crevenna que ha sido llamado “el mayor cultivador del género” y que era capaz de lograr resultados sublimes como en “El hombre que logró ser invisible” (1957) donde Arturo de Córdova logra evolucionar del melodrama policiaco a la ciencia ficción; como de lo más “kitsch” como “Aventura al centro de la Tierra” (1964) donde el cantante devenido en actor, Javier Solís, encabeza una expedición a las entrañas del planeta donde, cuando no se enfrenta en duelo a muerte con las más diversas criaturas de plástico que habitan las grutas de Cacahuamilpa, aprovecha para cantar rancheras.
¿Y qué decir del encuentro de los puñetazos y los alienígenas de “Santo contra la invasión de los marcianos” (Crevenna, 1966) donde asistimos a la invasión de la Magdalena Mixhuca por extraterrestres que viajan en platos de cocina ávidos de atraer con las curvas cerradas de las protagonistas a sus infames experimentos.
La ciencia ficción a la mexicana es el universo donde Ed Wood es el maestro: es el paraíso de las tomas de archivo, de los escenarios de cartón, del papel aluminio, de los foquitos intermitentes, de las antenas hechas de alambre, de los monstruos de vinil o de yetis de peluche albino.
Pero también es el mundo de marcianitas curvilíneas de entallados trajes brillantes o de extraterrestres que visten escafandras, atuendos grecorromanos o cascos de construcción con antenas.
Más allá de los risibles resultados derivados de la pobreza de medios, la ciencia ficción mexica mantiene ese mensaje pacifista y conmovedoramente humano que sostiene todo el cine fantástico.
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