Hugo Santiago, ex asistente de dirección de Bresson, decidió que su primer largometraje debía ser filmado con la poética del maestro, escrito a la manera de Borges y Boiy Casares y debía tratar sobre una ciudad imaginaria acozada por fuerzas extrañas. Afortunadamente para él, conocía a Bioy Casares y le tenía la confianza suficiente para ir a proponerle ese desatino.
Aunque ya existían adaptaciones más o menos afortunadas de “El Hombre de la esquina rosada” y del cuento “Emma Zunz” ( “Días de odio”, Leopoldo Torre Nilsson,1954), era la primera vez que Jorge Luis Borges era convocado para trabajar como guionista y acompañado de su amigo Bioy no tuvo empacho en sumarse al proyecto.
“Invasión” fue estrenada en 1969, a decir del teórico, Ángel Faretta, es una interfase entre el cine clásico y la nouvelle vague con una trama que va desde una historia policial, hacia el género fantástico, con un extrañamiento progresivo de las situaciones; e incluso el propio Borges señaló que Invasión era un tipo de ficción nueva, no es científica a la manera de Wells o de Bradbury, no hay elementos sobrenaturales o extraterrestres ni es psicológicamente fantástica.
Corre el año 1957, Aquilea (un Buenos Aires mitificado) está siendo rodeada silenciosamente por misteriosos y poderosos enemigos. Un anciano, Don Porfirio, es el líder de un grupo clandestino de resistencia. Sus miembros estan dispuestos a la inmolación de sus vidas para detener el avance del invasor. Sin embargo, la toma de Aquilea parece ser un hecho inminente y los defensores, tal vez aceptando la inutilidad de su lucha, van cayendo en las distintas escaramuzas.
En un momento donde sólo queda aferrarse a los restos de la cotidianeidad amenazada, se oye el rasgeo de una guitarra y un músico pauta con la Milonga de Manuel Flores el único final posible: “Manuel Flores va a morir, eso es moneda corriente. Morir es una costumbre que sabe tener la gente. Y sin embargo me duele decirle adiós a la vida. Esa cosa tan de siempre, tan dulce y tan conocida”.
La pretensión vanguardista de Santiago y el guión “sutilmente fantástico” dio como resultado una película original, pero críptica en la que la acción transcurre sin explicación de causa, abandonando al espectador a su intuición mientras la historia avanza a veces con diálogos demasiado literarios, pero sobre todo con sonidos, miradas y emplazamientos silenciosos.
En una sociedad que brindaba mayor importancia a los temas sociopolíticos y donde ya se incubaba el germen de la dictadura que secuestraría Argentina unos años después (la película hace referencia al gobierno de Juan Carlos Onganía), sobre decir que una película tan esotérica como “Invasión” fue un rotundo fracaso comercial. Borges, que vio el estreno “de oídas “ porque ya estaba ciego, lamento su fracaso.
A pesar de ello, años después y ya instalado en Francia, Santiago (que siguió explorando los rumbos vanguardistas y experimentales) realizaría nuevamente en colaboración con Bioy Casares y Borges en el guión, “Les Autres” (Los Otros, 1974), la historia de un librero que buscando la causa del suicidio de su hijo, se encuentra con sus otros "yo", y en 1985, volvería a recrear una Aquilea totalmente ocupada en “Les Trottoirs de Saturne” (Las veredas de Saturno).
Sin embargo, con una mirada actual, “Invasión” deja de ser una película cerrada y refulge con el brillo de lo que no fue no entendido en su momento y sorprende con su poder premonitorio que profetiza el advenimiento del régimen fascista, de las torturas y de una resistencia civil condenada a ser infinita, donde el heroísmo (uno de los temas favoritos de Borges) tiene cabida: el coraje arrebatado y el destino fatal, a veces glorioso, a veces vano, del héroe.
Y al igual que los héroes del boliche, “Invasión” afrontó con coraje arrebatado su destino fatal que al paso de los años le gano el lugar como la obra cinematográfica más importante del cine de culto vanguardista argentino.
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