Para esta y las siguientes colaboraciones estaré diseccionando algunos de los consejos que recopilan Neil Landau y Mattew Frederick en su libro “101 Things I learned in Film School” (Grand Central Publishing, NY, mayo de 2010) y que son brevísimas y excelentes sugerencias que debe tener en cuenta el cineasta en ciernes, pero que también pueden servir de apoyo a todo cinéfilo en desarrollo para discernir los aciertos e incluso los errores de una película o incluso para apreciar lo arriesgado de las cinematografías de algunos autores que se atreven a transgredir las reglas fundamentales del séptimo arte.
Con respecto a la “construcción” de una película los autores sugieren:
Empieza fuerte. La imagen de apertura debe sugerir no sólo el tema central de la película, sino crear rápidamente una interrogante sobre el desarrollo de la trama: una toma aérea de la Estatua de la Libertad nos indica que la historia se desarrolla en Nueva York y que se tocará la libertad de la mujer.
De esta forma, la imagen de apertura no sólo apunta al tema y a la trama a desplegar, sino que también puede revelar el trasfondo: un campo descuidado con la maleza crecida puede indicar desolación, pero un cactus florecido, por pequeño que sea, puede sugerir renacimiento.
Empieza tarde. El planteamiento de la historia debe sentarse tan tarde como sea posible, pero también en el menor tiempo razonable. Una película que utiliza demasiado tiempo en dibujar el mundo ordinario de los personajes o que desarrolla en “tres semanas” una historia que puede ser contada en “tres días”, siempre se sentirá floja.
Bajo la misma premisa del mayor impacto, un director no debe perderse tiempo en entradas o saludos innecesarios. Empezar escenas por la mitad (empezar tarde) o con las primeras o últimas líneas de diálogo suprimidas siempre tendrá mayor impacto.
Muestra, no digas. El cine es un medio predominantemente visual por lo que lo que debe ser mostrado de la historia o los personajes debe ser explicado mediante imágenes y no con palabras.
Las pistas visuales, cuando están bien construidas, pueden demostrar lo intangible—psicología, historias ocultas y conflictos emocionales— mejor que una explicación directa. Más aún, si se opta por la síntesis visual se ganará tiempo de pantalla para abordar cosas más importantes.
Sigue la acción. La cámara es el ojo del público y los espectadores prefieren estar lo más cerca posible de la acción, por ello es que el director debe brindarles los “mejores asientos disponibles” mediante la colocación, movimientos y tomas de la cámara.
Oculta la acción. Se logra mayor curiosidad cuando se escamotea la acción al público: una conversación mostrada a través de la rendija de una puerta puede ser más intrigante que si se mostrara en toma abierta; un ataque puede ser más brutal cuando sólo es oído que cuando es visto, y un personaje al que sólo se hace referencia y que no se muestra a cuadro puede adquirir mayor presencia.
Este “revelado dosificado” alimenta el deseo del espectador por saber más; construye el suspenso de la acción, y provoca un mayor impacto en el desenlace.
Descubre la acción. Mediante el ojo de la cámara, tal como si fuera el espectador.
Las tomas con cámara móvil transmiten una sensación de espionaje, como si el espectador estuviera husmeando en el cuarto. En este caso, por regla general, la toma empieza lejos y gradualmente la cámara se mueve para develarnos la acción. Por ejemplo, un paneo nos muestra primero la esquina de una cama, una pareja teniendo relaciones, y finalmente, a un hombre parado en el umbral de la puerta sosteniendo una pistola.
La cámara en mano puede maximizar el suspenso al sugerir que alguien se acerca a la escena y mira alrededor los objetos disponibles tratando de decidir cuál de ellos tomará.
Por el contrario, la cámara fija transmite al espectador la sensación de ser un objeto inmóvil, ofrece una visión no invasiva de la vida de los personajes. En este caso, los personajes entran y salen a cuadro de la cámara que “descubre” a los personajes desde su posición fija.
Continuará…
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