domingo, 25 de septiembre de 2011

Cine y video

Aunque ambas tecnologías sirven para capturar y reproducir imágenes en movimiento, existen diferencias sustanciales y sutiles entre ambas.
Por principio de cuentas, hablemos de las diferencias tecnológicas, mientras el cine es un medio fotográfico en en que las imágenes filmadas son el resultado de los cambios químicos que provoca la luz al impactar las capas fotosensibles de la película (véase colaboración anterior: “La ciencia del cine”); el video es una tecnología magnética (incluso digital) en la que las ondas luminosas se traducen en impulsos eléctricos que se registran en una cinta magnética o se traducen en impulsos binarios, cuando se trata de un medio digital.
Mientras en el video analógico la luz de una escena activa la capa de fósforo sensible en el tubo recolector de la cámara y la luz se registra en el fósforo en líneas horizontales; en el video digital la luz se codifica en valores de voltaje (que sólo pueden ser 0 o 1).
Aunque las tecnologías de alta definición han logrado—con mayor o menor éxito— paliar estos problemas, una de las principales incompatibilidades entre el cine y el video tiene que ver con la calidad de imagen. Una película ofrece una proporción de contraste (relación entre las áreas de más brillo y oscuridad de la imagen) mucho mejor que el video lo que resulta en mayor detalle de luz, color y textura.
Por ejemplo, mientras una película ofrece desde 1,100 (negativo de 16 mm en color) a 3,000 líneas de video (negativo de 35 mm en color), una televisión casera tradicional sólo alcanza las 425 líneas de lectura. Un video estándar producido bajo la norma estadounidense (el NTSC —National Television System Committee—) alcanza los 350,000 pixeles por cuadro, (esto es 525 líneas con 600 pixeles por cada línea), muy por debajo de los siete millones pixeles que puede contener la película negativa en color de 35 mm.
Además, es común ver en las cintas de video fenómenos como las “colas de cometa” (estelas de luz que deja el movimiento de un cuerpo sobre un fondo negro), el “moiré” (la vibración aparente de superficies rayadas), la pérdida de valores de las sombras o colores sutiles a favor de los colores brillantes o el “empastado” del negro.
Por si fuera poco, el estándar de la imagen de video es de 30 cuadros por segundo, mientras que la velocidad del cine es de 24 fotogramas por segundo lo que implica un “desfase” entre ambas velocidades, esto es, cuando una película se transfiere a video no hay una equivalencia de uno a uno entre cuadros y fotogramas, y cuando congelamos la imagen en una videocasetera o un lector de DVD hay una probabilidad entre cuatro que la imagen congelada corresponda a un fotograma de la película real.
Pero probablemente la peor de las desaveniencias entre el cine y el video son las llamadas “versiones para la tv” que pueden esconder modificaciones, versiones alternas y hasta mutilaciones. Los formatos de cine suelen ser 11/3 veces su altura (1,33:1) o de 1.85 veces en relación a la altura, mientras que la proporción de la pantalla tradicional de televisión es 4:3 por ello que la imagen de cine sea mucho más ancha que alta ha implicado, al traducirse para “home theatre”, la supresión de hasta el 50 por ciento de la imagen original o de transformaciones más extrañas como convertir un “two-shot” en un “campo contra campo” o en la eliminación de uno de los elementos del dúo. Al igual que la HD (High Definition), las pantallas de plasma y LCD que guardan una proporción de 16:9 buscan una opción intermedia entre las proporciones del cine y la televisión estándar.
Las películas antiguas eran altamente flamables, las actuales están expuestas al deterioro, a rayarse y ensuciarse; sin embargo, parecen ser más durables que las videocintas que han demostrado ser más delicadas. Los mismos DVD son vulnerables a la humedad, magnetismo y oxidación y se les estima una vida útil de 50 años.
Otros medios de almacenaje y otros formatos deberán demostrar sus bondades y desventajas para los curadores. Para el cinéfilo, las preferencias se basarán seguramente en la posibilidad de atesorar de la mejor manera y con la mayor fidelidad las películas que lo mueven.

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