domingo, 25 de septiembre de 2011

¿De quién esta película?



Estamos acostumbrados a pensar en el director como el autor de una película y esa afirmación es cierta cuando hablamos de producciones individuales como las de Lumiére o en casos asumidos como el llamado “cine de autor”, sin embargo, cuando la película es producida por todo un grupo, esa autoría se disuelve entre todos los involucrados como en el caso de la producción a gran escala o producción de estudio.

En la producción de estudio se asigna tareas a un sinfín de individuos (Directores de fotografía, animación, producción, continuista, diseñador de sonido, actores, extras, editor, camarógrafo, etc.) por lo que es difícil determinar los límites de cada oficio y sobre todo, determinar a quién se le puede llamar el dueño y señor de la obra final, honor que normalmente se disputa entre el guionista, productor y director.

El guión es un insumo de la preproducción y como ya se mencionó en otra colaboración, es sólo el embrión de la película, una película escrita que debe ser transformada en imágenes, pero el guionista tiene poca o nula injerencia sobre durante esta transformación, de tal forma que los guiones y las películas resultantes suelen tener pocos puntos en común, aunque en cines no hollywodenses el director y el guionista son la misma persona o trabajan de la mano.

Por otra parte, el productor es quien debe buscar las fuentes de financiamiento necesarias para producir una película así como cuidar que esos recursos sean utilizados adecuadamente y dentro de presupuesto. El productor es un censor económico y aunque supervisa en su totalidad el proyecto, casi nunca tiene poder de decisión sobre las actividades cotidianas que implica el rodaje o la edición.

Por último, el director es quien toma las decisiones cruciales sobre actuación, arte, iluminación, encuadres, fotografía, edición y sonido, esto es, sobre cada etapa de la creación de una película (preproducción, rodaje y edición), así que es él quien plasma en el rollo su idea de esa película que será vista y oída por el espectador.

Sin embargo, a pesar de su aparente poder omnímodo, el director no es un experto en todo así que conjunta a un equipo técnico y artístico con habilidades y talentos complementarios en el que delega ciertas actividades y que a veces, logran descollar lo suficiente como para marcar su paso por una filmación con su sello personal, así ha habido camarógrafos, músicos, diseñadores y coreógrafos con trabajos inimitables.

Ahora bien, las decisiones del director están limitadas por el tipo de película: en un documental, el director no puede (ni debe) controlar la totalidad de las variables ya que en una obra que intenta retratar y no recrear, el guión y los ensayos no existen; la luz, el sonido, la actuación del elenco y los escenarios se toman directamente del natural, y sólo puede controlarse el emplazamiento de la cámara, los encuadres y la edición. En el cine de ficción, por el contrario, el director puede tomar decisiones sobre todos los aspectos de obra.

En la actualidad es muy común que los directores independientes o de cierto renombre controlen casi toda la producción al grado de poder optar por tecnologías obsoletas o limitadas como la edición a mano (y no digital) de los Hermanos Coen o la negativa de Scorsese y de Robert Altman para regrabar el audio en estudio a favor del sonido en directo. Sin embargo, hubo una época donde esa libertad para decidir sobre el último corte de la película estaba reservado para el estudio, ello obligó a más de un cineasta a recurrir a estrategias para eludir esa limitación, así, por ejemplo, John Ford cortaba la película en su cabeza y sólo hacía una toma para obligar al editor a juntar las tomas de acuerdo a su plan mental o las cláusulas legales de Kubrick que evitaban la manipulación posterior de sus obras.

Si bien siempre puede quedar a discusión quién es el autor de una película es innegable que el director es un elemento clave ya que tiene a su cargo la última palabra sobre la forma y estilo de una película.

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