Pensar en cine mudo a veces se reduce a películas deterioradas en blanco y negro, con personajes sobreactuados, letreros y alguna música de vodevil, será por eso que más de uno prefiere dejarlo para después y opta por una película “más divertida” y no tan primitiva.
Nosferatu/ Murnau |
Los cineastas de la época nos regalaron los principios de continuidad y narrativa: Edwin S. Porter la partición de la acción en planos temporales discontinuos o alternados; Grifith la posibilidad narrativa de los encuadres; Cecil B. De Mille, quien abandonó los estudios de techos de cristal, las posibilidades de la iluminación artificial y del campo-contracampo.
Al contrario de lo que se piensa, hay películas mudas con actuaciones sutiles y de una belleza visual impactante y con una técnica tan depurada que hay quien sostiene que la incorporación del sonido al cine marcó un retroceso en la calidad estética alcanzada por las películas de los años veinte.
Hay situaciones muy desfavorables para las películas silentes: la mayoría fueron filmadas a velocidades más lentas que las películas con sonido (16 a 20 cuadros/ segundo vs los 24 actuales), lo que provoca que si no se les proyecta de forma correcta puedan parecer más rápidas y poco naturales.
El soporte de casi todas era película de nitrato que por sus características de material poco estable y muy flamable condenó a la desaparación de más del 80 por ciento de las películas mudas ya fuera como consecuencia de malas técnicas de conservación, incendios o dolo. (Australia uso como combustible muchas de sus copias bajo el argumento que “nadie las iba a volver a ver”).
Por último, la pérdida de los masters ha obligado también a recuperar películas a partir de copias de copias de segunda y tercera generación que demeritan la calidad de la imagen y que pueden mostrar versiones distintas a la “oficial”.
Regresando a las características del cine mudo, podemos citar los intertítulos (cuadros de texto) que se usaban para aclarar situaciones a la audiencia o para suplir la falta de sonido mediante diálogos que podían leerse. Lo maravilloso de los intertítulos es que llegaron a transformarse en verdaderas obras de arte gráfico.
Acompañamiento de piano |
Para animar la exhibición y para acallar el sonido mecánico del proyector, se adoptó la costumbre de acompañar las sesiones de cine con música. Este elemento pronto demostró su complementariedad con el nuevo invento: las películas no sólo eran exhibidas con acompañamiento musical y de efectos sonoros improvisados, sino que pronto surgió las composiciones “ex profeso” para cine.
Joseph Carl Breil compuso la primera partitura original para “El nacimiento de una nación” (Griffith, 1915), a partir de ello se hizo costumbre que cada película contara con su propia música. Las partituras, llamadas música de photoplay, debían ser enviadas junto con la copia de la película para que fuera interpretada por el pianista, organista u orquesta contratado por la sala.
Al igual que los benshi en Japón, algunos países emplearon “narradores” para explicar las películas y en Brasil incluso se cantaban las películas (cantatas de fitas).
El cine mudo es rico y apasionante y adentrarnos en él nos permite descubrir la evolución de este arte, aun cuando estas líneas no te hayan enamorado, atrévete a entrar en las luces y sombras de: El gabinete del Dr. Caligari (R. Wiene, Alemania, 1920), Nosferatu (Murnau, Alemania, 1922), La quimera de oro (Chaplin, EUA, 1925), El Acorazado Potemkin (Eisenstein, URSS, 1925), El maquinista de la General (Keaton, EUA, 1926), Metropolis (Lang, Alemania, 1927), Sunrise (Murnau, EUA, 1927) y La pasión de Juana de Arco (Dreyer, Francia, 1928).
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