jueves, 20 de enero de 2011

Tarkovski, escultor del tiempo


Pensar el tiempo como un bloque de piedra, sólido, que debe ser esculpido para hacer surgir de él la imagen cinematográfica es la tesis que sustentó el cine de Andréi Tarkovski. Aunque más que sólido, bajo la lente de Tarkovski, el tiempo se hace líquido y fluye con exquisitez.

Esta ductibilidad es quizás el fundamento del estilo plástico, intimista y reflexivo de la obra de este cineasta que hace que sus etéreas imágenes se acerquen a las propiedades metafísicas de la poesía.

Las teorías y las novísimas formas narrativas de Tarkovski influyeron a toda una camada de nuevos realizadores e incluso conmovieron a otros monstruos del cine, como Bergman.

Hipnóticas, sublimes, silenciosas, reflexivas, sensuales, conmovedoras es más fácil definir sus películas que analizarlas. Intentar una disección nos impide comunicar la magnificencia contradictoria de este artista, hijo de un héroe de guerra y educado por el Soviet, pero que marcaba su discurso metafísico con una estética vanguardista muy ajena al marxismo y al realismo socialista exigidos.

El ícono es una contemplación teológica que entiende mejor el pueblo analfabeto, que los teóricos del arte, por ello Tarkovski transforma sus imágenes en íconos modernos, no es gratuita la especularidad de los dos Andréi, Tarkovski y Rublev, que sirve para definir el compromiso del artista con el arte mismo y la consecuente renuncia al mundo.

Su obra es tan breve como abrumadora: La infancia de Iván (1962), su  primer largometraje obtuvo el León de Oro del Festival de Venecia y le ganó la estricta vigilancia de las autoridades.

Andréi Rubliev (1966) fue víctima del control soviético: no sólo fue prohibida hasta 1971, sino que se llegó al extremo de exigir que su exhibición en Cannes se llevara a cabo a las cuatro de la mañana del último día del festival.

Solaris (1972) y Stalker (1979) constituyen una aproximación muy personal que transforma la ciencia ficción en un misterio vital.

La vanguardista Zerkalo (El espejo, 1975) le ganó la enemistad manifiesta del soviet. Tarkovski y su esposa huirían del país al finalizar la producción de  Nostalgia (1983). Ya en Suecia y con el apoyo del equipo de Bergman, Tarkovski filmó Sacrificio (1986), su última película que ganó cuatro premios en el Festival de Cine de Cannes.

Siete películas bastaron para crear el mito de este único y sugerente escultor del tiempo.

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