El fascismo había atiborrado el cine de grandes producciones históricas (aquellas llamadas de “teléfono blanco”) y películas de propaganda. Al igual que ha sucedido en otros países y épocas, algunos críticos y artistas se rebelaron contra esas películas anquilosadas y megalómanas y pugnaron por un nuevo cine.
Gracias a esta lucha intelectual, a partir de 1940 los argumentos reivindican una mirada más cercana a la realidad social, sin embargo Roma Ciudad Abierta de Roselini (1945) sería la película la que marcaría el nacimiento oficial del neorrealismo. Rodada casi sin presupuesto y con un sinfín de dificultades, esta película muestra, tamizada por una mirada infantil que es testigo y partícipe, la resistencia del pueblo italiano a la ocupación nazi.
Esta búsqueda de la realidad y la destrucción de Cinecittá, orilla a los cineastas a buscar nuevas formas de hacer cine: las historias se ruedan en locaciones exteriores, bajo iluminación natural con actores no profesionales que acentúan la percepción de veracidad y ayudan a resaltar las miserias del popolo.
Destacan entre los grandes cineastas neorrealistas, Vittorio De Sica que mantuvo una fidelidad intachable a los principios del movimiento (aproximación minuciosa de la realidad, rechazo a lo novelesco, decorados naturales y utilización de actores no profesionales) misma que se puede apreciar en la entrañable Ladrón de Bicicletas (1948). Coincidentemente, su obra Umberto D (1952) es considerada la última película neorrealista.
Visconti en La Terra Trema (1948) ofrece una visión ennoblecida de la lucha de los pescadores de Aci Trezza contra la explotación de los comerciantes mayoristas; Vergano y De Santis se decantaron por un cine comprometido, el propio Roselini—después de Roma Ciudad Abierta— se orientó a un cine más intimista centrado en las tribulaciones de sus personajes.
La década de los cincuenta trajo una nueva camada de directores (Antonioni, Fellini, Bertolucci) enfocados en retratar los problemas interiores de sus personajes, y ello marcó el final de este movimiento de drama social.
Las películas neorrealistas reflejan la ruina económica y moral de Italia de la posguerra, se trata de un cine desesperanzado que ahonda sin dar pausa en la frustración, a veces sin siquiera ofrecer el alivio de la redención. Hay que tener estómago para sufrir (sería imposible decir “disfrutar”) este cine.
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