jueves, 20 de enero de 2011

¿Arte o entretenimiento?


La discusión es casi tan añeja como el mismo cine, pero ¿en realidad existe esa dicotomía irreconciliable entre las propiedades artísticas del cine y sus capacidades para mantenernos al borde de la butaca?

Gracias a Griffith y Mélies que descubrieron las posibilidades narrativas del cine mediante el montaje y el trucaje, el cine surge como un nuevo tipo de lenguaje (¿arte?) superando por mucho el vaticinio de sus creadores que lo reducía a divertimento científico sin futuro.

La sofisticación del público aficionado a las grandes obras de teatro transformaron la cinematografía: se inició una guerra entre estudios que competían por hacer la más grandilocuente producción, con el mejor equipo, con las mejores estrellas.

El cine se hizo espectacular y eso se ha mantenido, por lo menos en Estados Unidos. La destrucción de los grandes estudios durante la Segunda Guerra Mundial obligó a buscar fórmulas más accesibles para hacer cine, la balanza se inclinó hacia las historias.

En los Estados Unidos la historia fue distinta. Los grandes productores y el Star-System seguían en pie, ahora fortalecidos al incorporar a directores, técnicos y estrellas prófugos de la Europa en guerra.

Más que nunca, el arte estaba contrapuesto a la industria, sin embargo los críticos de la Nueva Ola encontrarían un punto de convergencia: Alfred Hitchcock.

En los años cincuenta y sesenta, Hitchcock se encontraba en la cima de su creatividad y de su éxito, pero la crítica americana y europea denigraba un film tras otro. Cuenta Truffaut que los periodistas le hacían la misma pregunta: “¿Por qué los críticos de Cahiers du Cinéma toman en serio a Hitchcock? Es rico, tiene éxito, pero sus películas carecen de sustancia.”

Truffaut había sido capaz de identificar en las obras del cineasta inglés una reflexión profunda sobre los medios de su arte por lo que en El cine según Hitchcock, se dio a la tarea de develar el arte del Maestro del Suspense y de llevarlo al séptimo cielo del séptimo arte. Gracias a la aparición de esta entrevista, los críticos prestaron más atención al trabajo de Hitchcock y los cinéfilos más jóvenes lo adoptaron sin tapujos y sin necesidad de justificar su éxito, riqueza o celebridad. Sus películas son la perfecta armonía entre lo sublime y lo comercial.

Así que piénsatelo dos veces antes de emitir una opinión a la ligera sobre una película: el arte y el entretenimiento no son excluyentes.

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