jueves, 20 de enero de 2011

Doppelgänger


Nacido en la martirizada Polonia, el otrora documentalista, Krzysztof Kieslowski evolucionó en su cine de ficción hasta erigirse en un maestro del simbolismo que inunda por completo la imagen y que nos obliga a la reflexión constante sobre la condición humana.

Aunque su obra confronta al espectador con las emociones, miedos, obsesiones de cada día, es el tratamiento de la imagen, los contrastes, las sombras, las luces y la colorimetría que favorece la creación de ambientes que subrayan las emociones de los personajes. Es un cine intimista, misterioso, que prefiere plantear dudas que despejarlas.

Kieslowski logró destacarse con "El Decálogo" (1989-1990), una serie para televisión de diez capítulos, más tarde, con "La Doble Vida de Verónica" (1991), co-producción polaco-francesa, alcanzaría la fama internacional.

Dos mujeres idénticas en fisonomía pero opuestas en carácter viven en lugares distintos: Veronika, la polaca, es más impulsiva, despreocupada, alegre y descuidada con su frágil salud, mientras que Véronique, la francesa, es más cauta, silente, misteriosa e incluso abandona sus estudios de canto por prudencia, aunque aparentemente están solas se saben unidas, aun sin conocerse, por una misma esencia vital que trasciende lo corpóreo.

Al igual que el mito de doppelgänger (el doble), el brevísimo encuentro entre las dos Verónicas presagia la muerte de una de ellas, pero esta duplicidad sirve a Kieslowski para enfrentarnos al conflicto y las posibilidades de la existencia.

En cierta forma también vemos reflejada en esta bilocación el dilema del propio Kieslowski quien se debatía entre mantener su identidad polaca o renunciar a ella a favor de mejores condiciones para hacer cine y que culminarían con la obra más conocida de este cineasta: La Trilogía del Color (Azul, Blanco y Rojo).

Pier Paolo Pasolini ya argumentaba que existe un cine poesía que se contrapone a un cine prosa, si consideramos como válida esta tesis, las obras de Kieslowski deben estar incluidas entre el cine poético por la transmutación de las estructuras objetivas en estructuras líricas que exigen ser asimiladas por el espectador para ser transformadas en parte de su mundo interior.

Los tonos cálidos y la sublime música de Preisner nos conducen a una odisea, a un mar misterioso de sensaciones que se adentran en el espíritu y se quedan, como un poema, a flor de piel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario