La palabra plano tiene varios significados: las tomas realizadas por el director (la película rodada entre “¡acción!” y “¡corte!”); el tipo de encuadre con que se retrata un personaje o acción (‘close-up”, “big shot”, plano americano), pero también se le llama plano a los pedazos de filme que ya han sido sometidas a edición y que forman las partículas elementales de una pelicula.
Esos cambios casi imperceptibles de perspectivas brinda dinamismo a la película, multiplica el punto de vista del espectador y ofrece al director la posibilidad de enfatizar distintos aspectos o personajes, así como de manipular el tiempo y el espacio. De igual forma, la rapidez con la que se suceden los planos define el ritmo de una secuencia.
No existe un estándar que determine cuál debe ser la duración de un plano, mientras en los orígenes del cine las películas solían estar constituidas por una única toma o plano (la duración estaba supeditada al largo del rollo); durante el apogeo de la teoría rusa del montaje los planos tenían una duración escasa de cinco segundos, pero para los años treinta, (con el cine clásico) los planos llegaban a una media de diez segundos. En la actualidad, sin embargo y a raíz de los video musicales, hay una tendencia hacia las películas vertiginosas con planos que tan sólo se muestran por un par de segundos.
Ahora bien, en la orilla opuesta al montaje de planos y a los hijos del videoclip, existe el plano-secuencia.
El plano secuencia es un plano largo que posee la unidad narrativa de una secuencia, esto es, no existen cortes al interior (que puede durar minutos), se le puede aislar y analizar sin necesidad de otras partes del filme. Tiene un significado propio.
Casi siempre puede considerarse al plano secuencia como una alternativa al rodaje por planos, sin embargo, algunos creadores la han utilizado efectiva y eficazmente para definir incluso su estilo particular, como el extraordinario plano secuencia que sirve de apertura a la película de Orson Welles, “Sed de Mal” (“Touch of Evil”, 1958).
Durante sus tres minutos nos muestra con el más puro estilo del cine negro y con el uso de una grúa que le brinda a los movimientos de la cámara una calidad coreográfica, una bulliciosa noche en una ciudad fronteriza donde el honorable agente antinarcóticos mexicano, Mike Vargas (Charlton Heston) y su platinada americana novia (Janet Leigh) pasean, mientras un hombre desconocido “planta” una bomba en la cajuela de un coche. Las apariciones del automóvil y la pareja a cuadro se alternan, pero cuando Vargas y su novia se detienen en la frontera, el coche pasa de largo y la bomba estalla fuera de cuadro.
Welles tardó 15 días en planear y ensayar a minuicia la secuencia antes de rodarla, por su complejidad es un hito de la historia del cine. Sin embargo, las dificultades técnicas que plantea el uso del plano-secuencia no asegura la maestría, cineastas pretensiosos lo han usado para hacer gala de un “virtuosismo” gratuito y en otros casos, (sobre todo cuando se usan planos fijos) para economizar los recursos.
Además de Welles, podemos encontrar planos-secuencias en películas de Renoir, Kenji Mizoguchi, Dreyer y Hitchcock (su película “La Soga”, 1948, está rodada en un único plano fijo en ocho rollos de película).
Recientemente, Aleksandr Sokúrov realizó su película “El Arca Rusa” (2002) en un larguísimo plano de 100 minutos (la máxima capacidad del disco duro de la cámara digital utilizada) que recorre habitaciones y recrea las distintas épocas del Hermitage.
Por último y como demostración de la actualidad que puede tener el plano-secuencia, es obligado señalar la extraordinaria película argentina “El Secreto de tus Ojos” (2009), en su más reciente obra, Juan José Campanella, utiliza este recurso para retratar toda la acción de la persecución en el Estadio de Futbol que nos ofrece un excelente ejemplo de un plano-secuencia vibrante.
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