¿Cuál es su película favorita y por qué? Es probable que conteste a la segunda parte de la pregunta señalando algún aspecto puntual: el guión, la fotografía, la actuación, la ambientación o el vestuario. Sin embargo, contrario a lo que pensamos, lo que nos hace memorable una película no es algo en particular, sino la suma de elementos evidentes y sutiles que convergen en la pantalla.
La puesta en escena es un caldero de bruja: en ella el director mezcla y articula los escenarios, vestuarios, maquillaje, iluminación, actuación, movimientos, motivaciones, colorimetría, sonido, música así como el manejo del tiempo y el espacio cinematográfico.
Es un término tan amplio que se torna escurridizo y complejo, y sin embargo es la técnica con la que, como espectadores, tenemos un contacto más directo y que nos hace reaccionar emocionalmente a la obra.
Poner en escena (“mise-en-scene”) implica subordinar todos los recursos del cine en todas las fórmulas posibles: sumándolos, contraponiéndolos o reforzando unos con otros con el fin de comunicar o transmitir el mensaje.
En resumen la puesta en escena determina la eficacia del lenguaje, pero también sirve para crear la verosimilitud.
El cine crea un espacio y un tiempo propio, esto es, crea una realidad alterna que puede ser más o menos verosímil en la medida que la historia mantenga una coherencia interna que pocas veces será un reflejo del “mundo real”.
Y es precisamente por ello que no podemos descalificar una película por su “falta de realismo”. El realismo puede variar de cultura a cultura y de una época a otra y lo que en su momento fue una obra “realista” ahora nos parece afectada y exagerada; además, el director pudo haber elegido distanciarse deliberadamente de la realidad en cualquiera o en todos los aspectos de la puesta en escena, y la elección será válida en la medida que sirva para hacer comprender el mensaje.
Más aún, si el realismo fuera un estándar adecuado de evaluación, cómo juzgaríamos bajo este parámetro al cine de animación o al fantástico ¿los vampiros “reales” se comportarán como el Drácula de Bela Lugosi o como “Edward Cullen”?
Es obligación de los cineastas trascender y recrear la realidad para ofrecer al público obras complejas y ricas en significados para deshilar desde la butaca del cine.
Bordwell y Thompson, Arte Cinematográfico. McGraw Hill, 2003.
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